Hasta el cielo y las estrellas. Rebeca Grynspan, Aristos, Costa Rica 2002 |
Este es uno de esos libros cuya lectura no se puede interrumpir y, al tenerlo en las manos, uno termina inevitablemente leyéndolo todo de un tirón. Lo que lo hace tan cautivador es su limpia franqueza, la serenidad con que se relatan los acontecimientos y, ante todo, la vitalidad que lo colma.
Se trata de un diario, o más bien de dos, en que una mujer que va a ser madre por primera vez, desde el instante en que se entera de su embarazo, escribe sobre su hijo.
Por las cantidades navegables de cursilerías que abundan en los estantes de las librerías sobre este tema, es posible que de primera entrada esta obra se empiece a leer con cierta desconfianza pero, como dije, basta aproximarse al libro para quedar fascinado con él.
El texto viene impreso en dos tipografías. Con una aparecen párrafos escuetos, puramente informativos, escritos con vocabulario científico que se limitan a brindar datos. Impreso con otra tipografía se consigna el diario personal de una mujer que comparte su experiencia personal en el complicado proceso de ser madre.
El periodo de gestación, el parto, el desarrollo del niño en los primeros años y su arribo a la pubertad son temas que los especialistas son capaces de describir con la mayor indiferencia, pero que las madres primerizas, por más bien informadas que estén, son siempre misteriosos y sorpresivos.
Fríamente, un párrafo se refiere al líquido amniótico, a las funciones del cordón umbilical y la placenta y a las causas de los movimientos del feto. Cálidamente, en el párrafo siguiente la madre describe la emoción que experimenta al percibir un movimiento de su hijo, al que imagina moviéndose en un mundo cálido, oscuro y líquido. Fríamente, en un párrafo se explican los motivos y síntomas de la depresión post parto y, cálidamente, en el párrafo siguiente, viene el testimonio de madre que no puede explicarse por qué, pese a lo feliz que es al mirar a su hijo, llora varias veces al día.
Con este juego de contrastes, se remarca lo diferentes que pueden ser las consideraciones respecto a la maternidad, dependiendo si se consideran un asunto orgánico, psicológico y social o, asumiendo otra perspectiva, un proceso humano.
Jonathan, un niño hermoso, de mirada inquietante y cabello rebelde va creciendo. En el diario se consignan sus primeras sonrisas, sus primeros balbuceos y sus primeros pasos. Los párrafos científicos nos ponen al tanto de cómo se supone que debe ser el desarrollo normal de un infante, mientras los párrafos emocionales consignan la reacción de la madre al ir notando los progresos.
Es como leer dos libros totalmente distintos. Uno que nos habla del proceso en general y otro de un caso en particular. La información y la emoción no se mezclan, se contraponen.
Llega un punto en que lo que se supone que debe ocurrir y lo que la madre observa no coincide. Se supone que entre los doce y los veinticuatro meses los niños, aunque su vocabulario apenas sea de unas cincuenta palabras, ya puedan expresar oraciones cortas que cumplan con reglas sintácticas. Las habilidades de lenguaje de Jonathan estaban un tanto desfasadas. No había mucho de qué alarmarse, todo era cuestión de esperar a que se le aflojara la lengua.
Nuevas señales hacen que se busque un diagnóstico. Los párrafos fríos que durante la primera mitad del libro se refirieron al embarazo y el desarrollo del niño en los primeros años, empiezan a ponernos al tanto de las características del autismo.
La voz de la narradora que, a pesar de los picos de intensidad experimentados, nunca perdió la serenidad, al referirse al diagnóstico y tratamiento de la condición de su hijo continúa manteniendo el aplomo y lo relata todo en un tono en que no hay una palabra más alta que la otra. El sufrimiento, la angustia, la tensión, la preocupación y la esperanza se perciben entre líneas pero no se mencionan.
Rebeca Grynspan, en su primer libro, demostró que tiene el raro don de poder dar a entender mucho más de lo que dice.
El primer diagnóstico estuvo equivocado. La condición de Jonathan es de síndrome de Asperger, una deficiencia de comunicación que lo hace un poco diferente a los demás. Todos tenemos pequeñas deficiencias: algunos utilizamos anteojos y debemos apoyarnos en un bastón, otros necesitan aparatos de sordera. No tiene nada de malo ser diferente, todos lo somos. Las deficiencias forman parte de las características que hacen a cada ser humano particular, único, irrepetible. ¿Quién es completamente normal? ¿Por qué a algunos se les cuelgan etiquetas y a otros no?
Rebeca, al enterarse de la particularidad de Jonathan, lejos de caer en la desesperación y de tomar una actitud sobre protectora, enfoca todos sus esfuerzos en prepararlo para la vida. Participa en el proceso de terapia de lenguaje, para mejorar su capacidad de expresarse y de terapia física para corregir torpezas de coordinación. El pequeño va a la escuela y, aunque a un ritmo y con una técnica diferente a la del resto de sus compañeros, aprende a leer y escribir y se despierta en él un gran interés por la música.
En el plano social Rebeca siempre tuvo claro que la sociedad no se adapta a los individuos sino los individuos a la sociedad. Aunque por amor a su hijo a veces se sentía tentada a dejarlo hacer lo que quisiera, por su propio bien le enseñó cómo debía comportarse con otras personas y (con todo el dolor del alma) hasta lo disciplinó severamente cuando fue necesario.
El libro termina cuando Jonathan celebró su Bar Mitzba, la ceremonia religiosa judía que marca el inicio de la edad adulta. En todo el libro la madre se dirige a su hijo pero cierra diciéndole a los lectores que este es un diario inconcluso ya que, en el futuro, le tocará a Jonathan ser el autor de su propia historia.
Hasta el cielo y las estrellas es un relato bellísimo narrado con una sencillez y honestidad increíbles. Ni una concesión al sentimentalismo barato. Ni el más mínimo espacio al lamento o la conmiseración. Un libro lleno de ganas de valor, optimismo y ganas de afrontar la vida, cuya lectura conmoverá e inspirará a todos los que la emprendan.
INSC 1394
Claro que no tiene nada de malo ser diferente. El problema es cuando te masacran por ello. Por lo demás, muy buen artículo. Me ha gustado lo del proceso embrionario.
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