Sí, ya me acuerdo. Marcello Mastroianni Ediciones B, España, 1999. |
Marcello Mastroianni fue un actor que interpretó todo tipo de papeles en todo tipo de películas. Hizo de galán y de villano, cómico y trágico, protagonizó dos obras maestras de Federico Fellini y estelarizó comedias ligeras de Hollywood. En todas sus actuaciones, sin embargo, Mastroianni mantuvo siempre su estilo de interpretación único e inimitable: el medio tono. En las películas vemos a Mastroianni conmovido, alegre, angustiado, excitado, furioso, pero nunca, lo que se dice nunca, ni su voz ni sus gestos se alejan más de allá de unos pocos pasos de una imagen comedida y casi neutra. Su presencia escénica es estática, sus movimientos, mínimos; el tono de su voz, estable incluso en los momentos de mayor dramatismo.
Mastroainni nunca necesitó dar alaridos, para convencernos que su corazón estaba destrozado. Nunca tuvo que hacer muecas, para que supiéramos que se había llevado la sorpresa de su vida. Nunca tuvo que levantar la voz, para recalcar su ira. Y nunca tuvo que jadear para demostrar que estaba como loco por llevarse la chica a la cama.
Además, fue un galán que supo envejecer con elegancia. Hace cincuenta años, las parejas de enamorados jóvenes veían las películas tomadas de la mano. La novia sabía que su novio estaba babeando por Sofía Loren, pero se lo disculpaba, porque el novio también sabía, y también le disculpaba, que ella estuviera babeando por Mastroianni. El latin lover de aspecto desganado y misterioso, con el paso de los años se convirtió en un viejito jorobado. La espectacular morena, de boca sensual, ojos rasgados, grandes pechos, y espectaculares piernas, acaba de cumplir ochenta años. Pero mientras la Loren debió retirarse en cuanto sus acciones de mujerón empezaron a cotizarse a la baja, Mastroainni actuó hasta el final de sus días tanto en cine como en teatro porque era un grande cuya estelaridad nunca dependió de su aspecto.
Con el mismo medio tono de su actuación, Mastroianni cuenta sus memorias en un libro titulado Sí, ya me acuerdo.
Ya fuera como latin lover o como abuelito jorobado, la carrera actoral de Mastroianni nunca dependió de su aspecto. |
Las memorias, no las escribió sino que las recitó ante una cámara de cine. Luego, el material fue recogido en un libro publicado por Ediciones B.
El medio tono, capaz de ser expresivo sin abandonar la mesura de una serenidad imperturbable, que fue la marca característica de Marcello como actor, es también la más destacable característica del libro.
Mastroianni recuerda la pobreza de su infancia, sin dramatizar, y las fiestas de gala de Hollywood, sin presumir. Todo se cuenta con la mayor naturalidad.
Recuerda que cuando era niño, en Roma, él, junto a los demás niños, pasaba las horas jugando futbol en la calle. Como no tenían un balón, improvisaban uno con un montón de periódicos atados con una cuerda. Cada cierto tiempo, era necesario detener el partido para arreglar la pelota, que empezaba a desintegrarse. Mastroianni afirma que lo recuerda claramente, pero duda que su memoria esté apegada por completo a la realidad ya que, en sus recuerdos, aquella pelota rebotaba, cosa que, ya viejo, reconoce que es imposible.
Cuando pudo comprarse una mansión en Roma, le fastidiaba el hecho de que desde su dormitorio podía escuchar al guía turístico del autobús que pasaba al frente diciendo: "Y aquí, a su derecha, está la casa de Marcello Mastroiani".
En el libro habla de sus sueños, de los papeles que quiso y nunca pudo protagonizar, de simpáticas anécdotas de su carrera y de locas aventuras al lado de Fellini. Una vez, Marcello estaba trabajando en una producción cuando Fellini lo llamó para que participara en un nuevo proyecto que tenía entre manos. Fellini insistió tanto, que Marcello rompió el contrato que tenía firmado y debió pagar una indemnización a los productores. Él, que trabajaba para ganar dinero, en esa ocasión tuvo que pagar por no trabajar. Para colmo de males, el proyecto de Fellini nunca se terminó. Cuando Fellini estuvo enfermo de gravedad, Marcello le propuso: "Federico, cuando hayamos muerto los dos, si allá en el otro mundo no tenemos nada mejor qué hacer ¿podríamos terminar la película que dejamos a medias?"
Son tantos los momentos de este libro que valdría mencionar, que si uno intentara repasarlo, acabaría repitiéndolo. Una sola anécdota, sin embargo, refleja la humildad y sencillez de Mastroianni.
En una ocasión recibió tres llamados y no podía aceptarlos todos porque eran simultáneos. Tres producciones teatrales lo solicitaban, en distintos sitios, para la misma temporada. Pidió los guiones y se puso a revisarlos. Al final, se decidió por la producción más modesta. Era la obra de un escritor y director nuevo, valioso pero todavía sin éxito. La razón por la que Mastroianni lo escogió, fue porque se identificó con el protagonista. Era una obra teatral muy sencilla. Un hombre viejo, viudo, discute con su hijo que quiere internarlo en un asilo porque cree que ya no es capaz de cuidarse solo. El viejo defiende su autonomía y, en sueños, evoca a su esposa muerta. Con solamente tres personajes en escena, el viejo, el hijo y la muerta, la obra tenía diálogos hermosos y momentos conmovedores. Mastroainni firmó, participó en los ensayos y, la noche de estreno, tuvo una revelación y una duda.
Estaba en el camerino preparándose, se sentó frente al espejo y, con un lápiz, empezó a marcarse las arrugas del rostro. En determinado momento se detuvo. "Ya estoy viejo" se dijo "¿Qué estoy haciendo?" El maquillaje no era necesario para que representara en escena a un viudo solitario. Entonces lo asaltó la duda. "¿Quién irá a venir a ver esta obra?" se preguntó. "¿Los viejos? No creo. ¿Los jóvenes? Tampoco."
Se llevó la sorpresa de que el teatro, en esa noche de estreno y en todas las de la temporada que debió extenderse por la enorme afluencia de espectadores, estuvo lleno de un público joven. Mastroianni, al comentar el hecho, se muestra sorprendido de que el drama de un viejo haya sido de interés para los jóvenes.
Leyendo entre líneas, hubo dos hechos que me impactaron de esta historia. Primero: cualquier actor, cuando recibe varias propuestas, elige la que le dé más fama o más dinero. Mastroianni escogió la que le pareció más interesante, aunque fuera una producción modesta, porque fama y dinero ya tenía. Segundo: Mastroianni se pregunta por qué un público joven asistía en masa a ver el drama de un viejo. Al leer las explicaciones que brinda, salta a la vista que nunca le pasó por la mente la verdadera razón de la afluencia de público. Sencillamente, iban a verlo a él.
Así es este libro, unas memorias honestas de una gran estrella, que no presume ni tampoco se disfraza con falsa modestia.
El pensamiento con que abre y cierra el libro es una gran gota de sabiduría. Empieza diciendo que cuando era joven la vida le parecía larga, larguísima, porque no tenía idea de qué podría pasar en el largo camino que tenía por delante. Ya viejo, al repasarla, la vida le parece corta, cortísima, porque ya pasó todo lo que tenía que pasar. Es como tener que cabalgar al otro pueblo. En el camino el otro pueblo parece lejano, pero cuando se llega, uno se percata que el pueblo que parecía lejano, en realidad estaba cerca.
Marcello Mastroianni, 1924-1996. Un actor grande entre los grandes. |
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