Don Camilo. Giovanni Guareschi. Editorial Kraft Argentina, 1967. |
Giovanni Guareschi empezó a publicar los cuentos de don Camilo y Pepone en 1948. Toda Italia se reía a carcajadas con sus aventuras. Los libros se tradujeron a diversas lenguas y hasta se hicieron películas que llegaron a ser tan populares como los libros. Hoy somos pocos los que recordamos la eterna lucha de estos dos simpáticos personajes.
En una aldea remota del norte de Italia, don Camilo, un cura fortachón, fumador de puros, boxeador, iracundo y violento, mantiene una guerra permanente con Pepone, el alcalde comunista, que lleva bigotes a lo Stalin y que también, como el párroco, pierde la paciencia con facilidad. El enfrentamiento entre don Camilo y Pepone no es el que podría esperarse entre conservador contra revolucionario, católico contra comunista y Estado contra Iglesia. Ambos, con muchísima frecuencia, van más allá de las palabras: se dan de puñetazos y patadas, se tienden emboscadas, se hacen bromas pesadas.
Una vez, don Camilo fue a abrir la puerta de su oficina y se percató (demasiado tarde), que la manija estaba untada de mierda. Para limpiarse la mano, fue a buscar a Pepone y le pegó una bofetada capaz de nublarle la vista a un elefante. En otra ocasión, don Camilo asaltó a Pepone en el campo para robarle una ametralladora. Por más que el alcalde insistió, don Camilo no quiso devolvérsela. "¿Para qué quiere una ametralladora un cura?" preguntó Pepone. Don Camilo simplemente le advirtió: "El día que estalle la revolución proletaria con la que sueñas, te aconsejo que no pases frente a mi casa."
Ambos personajes son fanáticos (uno religioso y el otro comunista), ambos son intransigentes, bruscos y violentos. Ninguno cede un ápice de su autoridad y es celoso ante cualquier avance del contrario. Sin embargo, ambos también son sentimentales y de gran corazón. Es evidente, aunque lo disimulen con ofensas y agresiones, que en el fondo cada uno siente aprecio por el otro. Ninguno considera al otro su enemigo. En los cuentos de Guareschi no hay un súper héroe contra un súper villano y la simpatía, tanto de Pepone como de don Camilo, permite que el lector disfrute lo cómico de cada batalla sin tomar partido. De hecho, en casi todas las aventuras ambos salen perdiendo un poco y, cuando alguno logra un triunfo, lo invade la culpa y acaba compensando al adversario.
Guareschi publicó en vida tres libros de cuentos de don Camilo y Pepone. Después de la muerte del autor, se publicaron cinco libros más que dejó escritos. Los cuentos eran tan populares que el ejemplar que tengo de Don Camilo (el de la imagen de arriba), publicado por la Editorial Kraft, en Argentina, es la trigésimo quinta edición. Con el tiempo, logré hacerme de toda la colección. Un pequeño mundo, Don Camilo, La vuelta de don Camilo, El año de don Camilo, Ciao don Camilo, etc.
Cuando yo era niño, leía las aventuras de don Camilo y Pepone solamente para divertirme. Antes de cumplir los quince años de edad, los había leído todos y nunca más volví a repasarlos. Después de muchísimos años, recientemente los leí de nuevo. Volvieron a hacerme reír, por supuesto, pero me sucedió lo que pasa siempre cuando un adulto relee los libros de su infancia: pude descubrir en ellos cosas que como niño jamás habría notado.
Giovanni Guareschi. 1908-1968 Periodista, caricaturista y escritor. Autor de los cuentos de don Camilo y Pepone. |
Toda la vida, había considerado los libros de don Camilo como obras cómicas. Ahora, tras la relectura, me he percatado que el humor es la miel con la que el autor endulza toda una sutil caricatura de la realidad política italiana de su época.
Con lo que he ido aprendiendo de historia desde los lejanos años juveniles en que dejé de leer a Guareschi, me he percatado que el conflicto entre comunismo y catolicismo fue el principal en la política italiana de la posguerra. La Unión Soviética y sus países satélites, eran regímenes de partido único. Solo existía el partido comunista. Pero en los países democráticos occidentales, en que hay pluralidad de partidos, el partido comunista más grande que ha habido, fue el italiano. Mientras en los países europeos y americanos, los comunistas eran una minoría que apenas se hacía sentir en la toma de decisiones, en Italia los comunistas eran una fuerza poderosa e influyente, ganaban alcaldías y numerosos escaños en el poder legislativo. En cuanto al catolicismo, además de que en Roma está el Papa, los líderes de la Democracia Cristiana Italiana (De Gasperi, Moro, Andreotti etc.) fueron históricamente personas muy ligadas a la Santa Sede.
Don Camilo y Pepone, patriotas y nacionalistas los dos, consideran a Rusia y al Vaticano, respectivamente, potencias extrañas que no deberían inmiscuirse en los asuntos de Italia.
Los lectores de otros países y otras lenguas, disfrutamos de las historias de don Camilo y Pepone por lo humorístico. Supongo que los lectores italianos de hace cincuenta o sesenta años, además de deleitarse con las aventuras de los simpáticos personajes, encontraban en ellas muchas referencias a la sociedad en que vivían.
El primer libro de don Camilo se tituló Mondo Piccolo (mundo pequeño) y una de las historias retrata magistralmente lo distintas que pueden ser las cosas en el mundo grande y en el mundo pequeño.
En el pueblo vivía una viejecita a quien todos, incluyendo don Camilo y Pepone, le tenían respeto y temor. Había sido la maestra de escuela que le había enseñado a leer y escribir a cuatro generaciones de los aldeanos. Era una vieja regañona y cascarrabias, pero todos la querían. La consideraban, como suele ocurrir con muchas maestras, una segunda madre. Cuando la viejita iba a morir, le manifestó su última voluntad al cura y al alcalde. Quería que la llevaran al cementerio abrigada con la bandera. "¡Por supuesto!" Le respondieron. Pero la viejita aclaró que quería ser abrigada con "su" bandera, la bandera que siempre había tenido en su salón de clase, que era la bandera real con el escudo de la casa de Saboya.
Cuando la viejita murió, su última voluntad fue objeto de una profunda discusión en la que participaron todos los líderes políticos del pueblo. La petición era complicada. Italia era una república y sería extraño utilizar la bandera con corona y escudo reales en un funeral. Por otra parte, la familia real italiana había quedado mal con todos, con los fascistas, con los liberales, con los demócratas, con los socialistas, con los comunistas y hasta con la Iglesia. Uno a uno, los líderes fueron objetando el uso de bandera. Incluso hubo quien llegó a decir que si la maestra deseaba ser enterrada con esa bandera debió haberse muerto antes. Después de escucharlos a todos, Pepone tomó la palabra y sentenció: "Pues yo respeto más a la maestra muerta que a todos ustedes vivos" y el ataúd de la viejita, cubierto con la bandera real, entró al templo en hombros de los comunistas. En el mundo grande, esta situación habría sido absurda, ilógica, inexplicable. Pero en el mundo pequeño valen más los sentimientos y los afectos personales que las ideologías.
Yo soy de Costa Rica que es también, como la comarca de don Camilo y Pepone, un mundo pequeño. La historia de mi país está llena de absurdos. Nadie, que no sea costarricense, podría comprender nuestra guerra civil. Tuvimos un presidente de simpatías nazis que impuso como sucesor, junto a los sectores más conservadores, a un médico que, ya en el poder, fue muy cercano a la Iglesia y se alió con el partido comunista para impulsar reformas que beneficiaran a los trabajadores. En las elecciones siguientes, los sectores socialdemócratas impulsaron la candidatura del nazi. Luego el médico desconoció la elección de un periodista apoyado por los ricos del país. Un líder socialdemócrata se alzó en armas para defender la elección del periodista y, pocos años después, el médico y el periodista se unieron contra el líder revolucionario. Para resumir, casi de la noche a la mañana los aliados se volvieron enemigos y los enemigos, aliados. Personas de bandos opuestos, eran amigos personales que se tenían gran estima y había personas del mismo bando con enemistades tan grandes que no soportaban ni verse.
Quienes escriben la historia del mundo, el grande, pueden explicarla con choques de ideologías e intereses. Pero para explicar la historia de un pequeño mundo, como Costa Rica y la comarca de don Camilo, hay que entrar con frecuencia en el diminuto espacio de las simpatías y antipatías personales, capaces de generar reacciones sentimentales más poderosas que las frías ideas o conveniencias.
Muchos, a la hora de valorar obras literarias, desprecian los melodramas y el humorismo, como si los difíciles artes de hacer llorar o hacer reír rebajaran la literatura. Mi relectura de los libros de Guareschi, me ha reafirmado en mi posición de hacer a un lado el prejuicio. El humorismo puede estar lleno de sabiduría y despertar reflexiones esclarecedoras.
INSC: 0707 2041
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