Más que futbol. Gilbert Porras Jara. EDiNexo, Costa Rica, 2013. |
Tengo claro que el futbol es mucho más que un juego o un deporte. Es una verdadera pasión capaz de desatar la alegría, el llanto o la ira de millones de personas alrededor del mundo. Sin embargo, debo confesar que yo no soy una de ellas. El futbol nunca me interesó ni jugarlo ni verlo. De hecho, no he visto un partido de futbol en toda mi vida. Tampoco he pateado un balón. Cuando era niño, pasé momentos ciertamente incómodos cuando alguno de los compañeros me preguntaba a cuál equipo era aficionado y yo debía responderle que no tenía idea ni siquiera de cuántos equipos había ni de cómo se llamaban. Me miraban como si viniera de otro planeta. Con el tiempo me acostumbré a ese tipo de miradas. En América Latina, quienes no sabemos ni nos interesa saber, nada de futbol, conformamos tal vez la minoría más reducida de todas.
No tengo nada contra el futbol, simplemente nunca logré hacer conexión con él. Cada vez que miro a personas conmovidas hasta las lágrimas porque su equipo fue eliminado, o explotando eufóricos de alegría porque su equipo logró un triunfo, respeto sus emociones pero no logro encontrarles una explicación. Cuando alguien me empieza a hablar de futbol, tema recurrente en muchas conversaciones, le pongo atención pero muy pronto el interlocutor se percata de que no reconozco ninguno de los nombres que menciona ni estoy entendiendo nada de lo que me está diciendo. Hace años, un amigo me llamó por teléfono para contarme que había un campeonato mundial juvenil en Egipto y que Costa Rica había un hecho un gran papel. Al despedirse me explicó: "Te llamé para contarte porque sé que no te darías cuenta de otro modo". Estaba en lo cierto. Si no me lo hubiera dicho, jamás lo habría sabido. Para la Copa Mundial de 2014 no me llamó y un buen día estaba yo leyendo tranquilamente cuando escuché gritar a unas vecinas como si las estuvieran matando. Ya tenía el teléfono en la mano, para llamar a la policía, cuando me percaté que se escuchaban gritos en todas las casas del barrio. Según me contaron después, Costa Rica estaba jugando un partido decisivo y en el segundo tiempo no ocurrió absolutamente nada. Por esa razón todo el país estaba en silencio. Cuando el árbitro sonó el pitazo final empezaron los gritos. "En todo caso", me dijeron mis amigos, "si hubieras llamado al 911 nadie te habría contestado".
A pesar de lo dicho, disfruté mucho el libro Más que futbol, de Gilbert Porras. La primera vez que lo leí era un borrador inédito. El autor lo puso en mis manos para que le diera una revisadita, detectara dedazos y le ayudara con la corrección de estilo. Yo le agradecí la confianza y le aclaré que con mucho gusto le ayudaría con la redacción y la ortografía pero que en materia de contenido yo no podría hacerle ningún aporte ni corregirle ningún error. Quizá por tratarse de un tema totalmente nuevo y desconocido para mí, la lectura fue muy placentera y agradable. El libro se escribió con la intención de convertirse en un manual para escuelas de futbol, así que lo explica todo de manera completa y paso a paso. Yo solo sabía que en el partido jugaban once contra once con un balón que, si entraba en el arco contrario, hacía un gol. Gracias al libro me enteré del papel de los árbitros, de cómo se manejan las interrupciones del juego, de las sanciones, las tarjetas, el balón en juego o fuera de juego. El libro, sin embargo, es mucho más que un manual de normas, inicia con una reseña de los campeonatos mundiales y de la historia del futbol en Costa Rica, en la que viene una nota aparte sobre cada club de importancia, tiene también capítulos dedicados al dopaje, a la nutrición y la hidratación adecuada para hacer deporte y otros apartados de información valiosa presentados de manera clara y concisa. Pero lo que más me llamó la atención, fueron los mensajes y consejos sobre valores morales y espirituales que aparecen salpicados, muy oportunamente, a todo lo largo del libro. Los manuales educativos para niños y adolescentes no deben limitarse solamente a brindar información y capacitación. Los niños y jóvenes están en etapa de formación y cada actividad que emprendan debe servir para moldear su carácter y su conducta con sabiduría y rectitud. La práctica del deporte puede ser, además de ejercicio y entretenimiento, una escuela de valores personales y sociales. En el deporte, como en la vida, hay que querer ganar y saber perder. En el deporte, como en la vida, respetar las reglas del juego es más importante que ganar el juego.
Gilbert Porras, el autor del libro, es un gran amante del futbol. Cuando era joven disfrutaba tanto el deporte que su equipo, el Amigos Futbol Club, programaba un reto en la mañana y otro en la tarde, en dos canchas distintas y, a veces, distantes. Retirado de las canchas, ha continuado ligado al futbol como estudioso, ponente en congresos y capacitador de promotores. Sostiene que el futbolista, como cualquier otra persona, tiene el deber de aportar a la sociedad su ejemplo de buen ciudadano y buena persona. A lo largo de su vida, Gilbert se ha distinguido tanto por su pasión al deporte como por su rectitud. Haga lo que haga, su meta es siempre hacer lo correcto. Al leer su libro, comprendí que el futbol ha sido para él una escuela de formación ética y que espera, por medio del texto que escribió, que lo sea también para las nuevas generaciones.
A Gilbert Porras, el autor del libro, le tengo un gran cariño y respeto. Es mi tío. Fue él quien me enseñó, en mi más tierna infancia, a hacer el nudo de los zapatos y, ya en mi juventud, a hacer el nudo de la corbata. Muy pequeño me llevó al estadio, pero yo, en vez del partido, pasé todo el rato mirando los árboles. También fue quien me enseñó a jugar ajedrez, juego que he practicado toda la vida. Por cierto, para los amantes de los datos curiosos vale la pena mencionar uno bien interesante. El ajedrez tiene veintiséis reglas. El futbol diecisiete.
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