domingo, 14 de septiembre de 2014

La búsqueda más que el hallazgo.

Completamente inmaculada. Francisco
Méndez. Perro Azul. Costa Rica, 2002.
El protagonista del libro nos confiesa que así como la historia se divide en antes y después de Cristo, su vida se divide en antes y después de Inmaculada. Inmaculada, una joven española bella y radiante de energía fue en su vida una aparición fugaz que acabó convirtiéndose en presencia permanente.
El libro arranca en París, donde un muchacho guatemalteco observa a la gente que merodea por la calle mientras espera encontrarse con la mujer que ama. Pronto queda claro que no tienen una cita sino que el encuentro, de darse, dependerá exclusivamente de la casualidad.
Se habían conocido en Guatemala meses antes, él formaba parte de una pandilla de muchachos inquietos, revoltosos, jóvenes universitarios que alternan sus estudios con trabajos esporádicos y memorables escapadas nocturnas a bordo de un automóvil que por méritos propios ha llegado a convertirse en un miembro más del grupo.
En una fiesta de despedida a alguien que ni siquiera conocían, el protagonista conoce a Inmaculada, “Completamente Inmaculada”, se presenta ella y desde el primer baile y la primera copa surge un romance tan intenso que llega hasta alejarlo temporalmente de sus compañeros de andanzas. Pero Inmaculada era una española que solo estaba de paso por Guatemala y el día de la despedida inevitablemente llegó. Ella, para evitar escenas lacrimógenas que afearan el último capítulo de una relación bonita, ni siquiera permitió que la acompañara hasta el aeropuerto. El joven, por su parte, con una confianza ciega en el destino, no recoge ni su dirección, ni su teléfono, ni su correo electrónico, pero un buen día compra unos anillos de matrimonio y se va en avión a Europa dispuesto a casarse con ella. Está tan seguro de encontrarla que le muestra una foto al taxista que en Madrid lo lleva del aeropuerto al hotel y, una vez instalado en su habitación, al asomarse a la calle se pregunta cómo hará para bajar rápido las escaleras en caso de que la vea caminando por la calle.
En medio de esa odisea descabellada, el muchacho recuerda acontecimientos importantes en su vida. Recuerda cuando era niño y vivió con su papá y su mamá en el garaje de sus abuelos hasta que el nacimiento de su hermanito lo hizo mudarse adentro de la casa y compartir la habitación con un tío barbudo de gran imaginación. Recuerda sus travesuras adolescentes, a veces descubiertas por su madre con la consiguiente reprimenda y paliza. Recuerda la tragedia de su amigo Andrés quien al regresar a Guatemala después de un viaje largo, se entera que Connie ha muerto y con ella se llevó al hijo suyo que esperaba. Recuerda el origen de su fobia a los perros y los apuros que pasó al ofrecerle a un general un perro que no tenía posibilidades de obsequiarle.
El protagonista, mientras viaja por diferentes ciudades de Europa en busca de Inmaculada más que con ella se va encontrando consigo mismo y el viaje le sirve para conocerse mejor.
Desde los primeros capítulos del libro es evidente que Inmaculada no va a aparecer. Solo la esperanza de encontrarla en una búsqueda a través de Europa sin más recursos que una fotografía es algo descabellado. No hay problema entonces en declarar que efectivamente Inmaculada no aparece y que el muchachito guatemalteco, con la billetera vacía y las tarjetas al tope, resignadamente tiene que emprender el camino de regreso. “Aunque no te vi por más que caminé hasta casi romper mis zapatos y provocar ampollas en mis pies, estoy completamente seguro que siempre estuviste cerca”, reflexiona.
Resulta difícil indicar exactamente dónde es que radica el gran encanto de Completamente Inmaculada, la novela del escritor guatemalteco Francisco Alejandro Méndez sobre esta búsqueda que se adivina frustrada desde un principio.
La carga romántica es verdadera conmovedora puesto que no hay nada que acentúe más la soledad y el enamoramiento que la ausencia de alguien a quien se recuerda todos los días. Pero calificar a Completamente Inmaculada como novela romántica sería más que injusto. Fiel exponente de la sensibilidad de una generación reacia a soltar ráfagas de suspiros, la novela está escrita con un tono desenfadado y cargado de cinismo que disimula con humor negro, y del fino, cualquier aproximación a un exceso sentimental. Profundamente crítica ante la realidad del entorno, transgresora frente a todo lo convencional del medio heredado y no escogido, íntima hasta la médula y fresca y amena como una conversación entre amigos, la novela es una fruta de sabores diversos que se disfruta tanto en lo que tiene de dulce como en lo que tiene de amargo.
El ritmo de la narración es ágil y no se detiene en observaciones ni en reflexiones más allá de lo estrictamente necesario. Más que decir, Francisco es un escritor que sabe insinuar y sabe que no hay que agregar nada, por ejemplo, al poner en boca del protagonista el contundente par de frases: “Madrid es hermoso. Aquí nació ella.”
Quizá la reflexión más recurrente a lo largo de la lectura del libro sea la de que, en materia de búsquedas, lo importante no es tanto el hallazgo como la búsqueda en sí misma. Para ilustrarlo con un ejemplo clásico podríamos traer a colación la Odisea. Al repasar todas las aventuras por las que pasa Ulises, desde cegar al Cíclope hasta escuchar el canto de las sirenas, con frecuencia olvidamos, distraídos por tanto relato maravilloso, que Ulises lo único que quería era volver a su casa. Es decir, lo que hace rico un viaje no es el destino sino la ruta.
Curiosamente, aunque todo viaje es un retorno desde el mismo instante de la partida, el que vuelve es alguien distinto al que se fue. El que regresa al mismo punto es muy distinto al que nunca ha salido de él, de la misma forma en que el busca, aunque no encuentre, es diferente al que nunca ha buscado.
La novela presenta el marcado contraste entre experiencias distintas y mientras el protagonista pretende encontrar el amor verdadero en ese viaje largo, se tiene claro que Andrés lo perdió por una ausencia prolongada. Al mismo tiempo que el guatemalteco experimenta la fascinación arquitectónica y cultural por el viejo continente, reafirma con orgullo todo lo bueno, lo malo y lo feo de sus orígenes.
Sin pretensiones de denuncia ni de reivindicación, sin rasgarse las vestiduras por la injusticia pero sin pasarle indiferente al lado, sin referencias folclóricas ni pintorescas con miras de exportación, Completamente Inmaculada es una buena muestra de la corriente más fresca y actual de la literatura centroamericana. Una literatura ciertamente de sabor desencantado, de humor ácido, patriotismo irreverente y ajena a reivindicaciones mesiánicas o compromisos inevitables, que puede al mismo tiempo llegar a ser profundamente íntima como socialmente reveladora.
El escritor guatemalteco Francisco Alejandro Méndez.


INSC: 1614



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