martes, 16 de septiembre de 2014

Poemas desenfadados y contundentes.

Historias Polaroid. Luis Chaves. Perro
Azul, Costa Rica, 2000.
Se afirma que el gran valor narrativo de Ernest Hemingway radica en su habilidad, bastante rara por cierto, de poder insinuar mucho más de lo que dice. Luis Chaves tiene el mismo don. Ya sea en poesía o narrativa, su compulsión por la brevedad  lo lleva a ser directo y decirlo todo de una vez. Es palpable su urgencia por ir al grano sin rodeos. En sus poemas y sus cuentos no aparecen más palabras que las estrictamente necesarias. Sin embargo, tras esa aparente brusquedad, la palpable presencia de una insinuación obliga al lector a ir más allá y tratar de descubrir todo lo que el autor, deliberadamente, no quiso decir.
No se trata de un reto difícil. Luis Chaves, como Hemingway, sabe dar a entender claramente el mensaje subliminal, casi siempre más impactante y más memorable que el texto mismo.
Historias Polaroid, su tercer libro, como bien lo indica el título, es una colección de escenas, historias, personajes y situaciones retratados sin más pretensión que la de una cámara instántanea pendiente del momento justo.
Son textos pequeños: el más breve es de solo tres líneas y el más extenso de apenas cuatro páginas. Los instantes están capturados con una mirada crítica y profunda; irónica hasta el cinismo, e irreverente hasta el sarcasmo.
Es tanto lo que se insinúa y tan poco lo que se dice que, al terminar Historias Polaroid, queda la extraña sensación de haber leído un libro más grueso.
Historias Polaroid, publicado en el 2000, confirmó en su momento que la carrera literaria de Luis Chaves avanzaba a pasos agigantados. Su primer libro El anónimo (1996), fue más bien tímido. Su libro siguiente: Los animales que imaginamos (1998), ya muestra una voz poética evolucionada e independiente. El desenfado y la soltura de la que hizo gala en esta segunda obra le valió, además del Premio Hispanoamericano Sor Juana Inés de la Cruz, valiosas críticas de la prensa mexicana en las que se aplaudía su "desparpajo" (sic) al afrontar la realidad urbana por medio de la poesía. 
Los poemas de Los animales que imaginamos, resultaron demasiado narrativos para algunos gustos y como, además, venían prácticamente ayunos de las figuras literarias que se creen propias de la poesía, los cuestionamientos llovieron tanto sobre el libro como sobre el autor. Afortunadamente, Luis ya había llegado a un punto en que no solo podía escuchar sin inmutarse los ataques a su obra, sino también sumarse a ellos.
Si hay algo que debe reconocérsele a este poeta, es lo pronto que supo romper la camisa de fuerza de los géneros literarios. Al escribir, a Luis no le importa si lo que sale al final acaba siendo un poema narrativo o un cuento escrito en verso. Escribirlos es asunto de él; clasificarlos, de los demás.
Historias Polaroid, siempre dentro del tono desenfadado que le es característico, mostró la inclinación, nada sorpresiva por cierto, de Luis Chaves hacia la narrativa.
El libro viene dividido en dos partes. En la primera, Todo lo que no vuela, aparecen los poemines a los que Luis nos tiene acostumbrados: escenas callejeras, personajes solitarios y minidramas planteados en verso. En la segunda parte, Documentos falsos, sorprende con cuentos hechos y derechos, como si a su afán de narrar ya los versos le quedaran cortos.
Una de las cosas más interesantes de la obra poética y narrativa de Luis Chaves, es que en buena parte de ella está presente un personaje joven y solitario que se la pasa observando el mundo que lo rodea y lo afronta con la indiferencia propia de quien no cree en nada ni en nadie. Como si se tratara de la generación X a la tica, el personaje de Luis considera ridículos los convencionalismos y prescindibles todas las prédicas.
Es de un pesimismo crudo, que lo hace empuñar el humor negro como arma y como herramienta. Su poema El objeto del deseo simplemente reza: “Debajo de ese lunar tan sexy/ crece en silencio/ un tumor maligno”. Ese mensaje de que detrás de las cosas bellas y agradables está lo horrible, es una constante en todo el libro. Lo que nos asusta está detrás de lo que nos gusta. Los tiernos niños son en realidad asesinos de gatos, y los indefensos abuelitos fueron en otra época los agresores de su propia familia. En ninguna parte aparece una esperanza de reivindicación. Es el pesimismo del que ha descubierto que el mundo no anda como debiera, que las cosas no son lo que parecen y que nada, ni nadie, será capaz de alterar esa situación.
Ese pesimismo resignado viene acompañado de una irreverencia también carente de poses escandalosas. En el poema Arte Poética II luego de anunciar  “Murió el gran poeta de la Patria/ en fatal accidente de tránsito.” Simplemente pregunta: “¿Y qué le pasó a la moto?” Ese diálogo mínimo logró escandalizar a buena parte de la comunidad literaria costarricense, por considerarlo ofensivo a la memoria del poeta Jorge Debravo, quien murió en un accidente de tránsito mientras conducía su moto.
En realidad no hay nada de qué escandalizarse. Al preguntar por la moto, Luis no hace más que asumir una posición de indiferencia, no ante la muerte del poeta, sino ante el culto que sobre ella se ha creado. 
La irreverencia que palpita bajo los poemas de Luis Chaves, no es la irreverencia que busca la provocación por la provocación misma, sino la de quien, simplemente, hace años dejó de comer cuento. No se trata de una mano irrespetuosa que apedrea las ruinas ilustres, sino del aburrimiento de un caminante indiferente, que pasa frente a las ruinas ilustres y bosteza.
De ahí el tono irónico y la escritura desenfadada y transparente.
Con Historias Polaroid, Luis Chaves ha brindó una bocanada de aire fresco en nuestra poesía, que todavía al cambio de siglo, pecaba de una solemnidad bastante añeja.


INSC: 1047/1135

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