Historias Polaroid. Luis Chaves. Perro Azul, Costa Rica, 2000. |
Se afirma que el gran valor narrativo de
Ernest Hemingway radica en su habilidad, bastante rara por cierto, de poder
insinuar mucho más de lo que dice. Luis Chaves tiene el mismo don. Ya sea en
poesía o narrativa, su compulsión por la brevedad lo lleva a ser directo y decirlo todo de una
vez. Es palpable su urgencia por ir al grano sin rodeos. En sus poemas y sus
cuentos no aparecen más palabras que las estrictamente necesarias. Sin embargo,
tras esa aparente brusquedad, la palpable presencia de una insinuación obliga
al lector a ir más allá y tratar de descubrir todo lo que el autor,
deliberadamente, no quiso decir.
No se trata de un reto difícil. Luis Chaves,
como Hemingway, sabe dar a entender claramente el mensaje subliminal, casi
siempre más impactante y más memorable que el texto mismo.
Historias
Polaroid, su tercer libro, como bien lo indica el título, es una colección de
escenas, historias, personajes y situaciones retratados sin más pretensión que
la de una cámara instántanea pendiente del momento justo.
Son textos pequeños: el más breve es de solo
tres líneas y el más extenso de apenas cuatro páginas. Los instantes están
capturados con una mirada crítica y profunda; irónica hasta el cinismo, e
irreverente hasta el sarcasmo.
Es tanto lo que se insinúa y tan poco lo que
se dice que, al terminar Historias Polaroid, queda la extraña sensación de
haber leído un libro más grueso.
Historias
Polaroid, publicado en el 2000, confirmó en su momento que la carrera literaria
de Luis Chaves avanzaba a pasos agigantados. Su primer libro El anónimo (1996), fue más bien tímido.
Su libro siguiente: Los animales que
imaginamos (1998), ya muestra una voz poética evolucionada e independiente.
El desenfado y la soltura de la que hizo gala en esta segunda obra le valió,
además del Premio Hispanoamericano Sor Juana Inés de la Cruz, valiosas críticas
de la prensa mexicana en las que se aplaudía su "desparpajo" (sic) al
afrontar la realidad urbana por medio de la poesía.
Los poemas de Los animales que imaginamos, resultaron demasiado narrativos para
algunos gustos y como, además, venían prácticamente ayunos de las figuras
literarias que se creen propias de la poesía, los cuestionamientos llovieron
tanto sobre el libro como sobre el autor. Afortunadamente, Luis ya había
llegado a un punto en que no solo podía escuchar sin inmutarse los ataques a su
obra, sino también sumarse a ellos.
Si hay algo que debe reconocérsele a este
poeta, es lo pronto que supo romper la camisa de fuerza de los géneros
literarios. Al escribir, a Luis no le importa si lo que sale al final acaba siendo
un poema narrativo o un cuento escrito en verso. Escribirlos es asunto de él;
clasificarlos, de los demás.
Historias
Polaroid, siempre dentro del tono desenfadado que le es
característico, mostró la inclinación, nada sorpresiva por cierto, de Luis
Chaves hacia la narrativa.
El libro viene dividido en dos partes. En la
primera, Todo lo que no vuela,
aparecen los poemines a los que Luis nos tiene acostumbrados: escenas callejeras,
personajes solitarios y minidramas planteados en verso. En la segunda parte, Documentos falsos, sorprende con cuentos
hechos y derechos, como si a su afán de narrar ya los versos le quedaran
cortos.
Una de las cosas más interesantes de la
obra poética y narrativa de Luis Chaves, es que en buena parte de ella está
presente un personaje joven y solitario que se la pasa observando el mundo que
lo rodea y lo afronta con la indiferencia propia de quien no cree en nada ni en
nadie. Como si se tratara de la generación X a la tica, el personaje de Luis
considera ridículos los convencionalismos y prescindibles todas las prédicas.
Es de un pesimismo crudo, que lo hace empuñar
el humor negro como arma y como herramienta. Su poema El objeto del deseo simplemente reza: “Debajo de ese lunar tan
sexy/ crece en silencio/ un tumor maligno”. Ese mensaje de que detrás de las
cosas bellas y agradables está lo horrible, es una constante en todo el libro.
Lo que nos asusta está detrás de lo que nos gusta. Los tiernos niños son en
realidad asesinos de gatos, y los indefensos abuelitos fueron en otra época los
agresores de su propia familia. En ninguna parte aparece una esperanza de reivindicación.
Es el pesimismo del que ha descubierto que el mundo no anda como debiera, que
las cosas no son lo que parecen y que nada, ni nadie, será capaz de alterar esa
situación.
Ese pesimismo resignado viene acompañado de
una irreverencia también carente de poses escandalosas. En el poema Arte
Poética II luego de anunciar “Murió el
gran poeta de la Patria/ en fatal accidente de tránsito.” Simplemente pregunta:
“¿Y qué le pasó a la moto?” Ese diálogo mínimo logró escandalizar a buena parte
de la comunidad literaria costarricense, por considerarlo ofensivo a la memoria
del poeta Jorge Debravo, quien murió en un accidente de tránsito mientras
conducía su moto.
En realidad no hay nada de qué
escandalizarse. Al preguntar por la moto, Luis no hace más que asumir una
posición de indiferencia, no ante la muerte del poeta, sino ante el culto que
sobre ella se ha creado.
La irreverencia que palpita bajo los poemas
de Luis Chaves, no es la irreverencia que busca la provocación por la provocación
misma, sino la de quien, simplemente, hace años dejó de comer cuento. No se
trata de una mano irrespetuosa que apedrea las ruinas ilustres, sino del aburrimiento
de un caminante indiferente, que pasa frente a las ruinas ilustres y bosteza.
De ahí el tono irónico y la escritura
desenfadada y transparente.
Con Historias Polaroid, Luis Chaves ha brindó
una bocanada de aire fresco en nuestra poesía, que todavía al cambio de siglo, pecaba
de una solemnidad bastante añeja.
INSC: 1047/1135
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