El viaje. Enrique Margery B. Grupo Editorial Norma. Costa Rica, 2002. |
Pero en el año 2002, cuando la Editorial Norma publicó El viaje, de Enrique Margery Bertoglia, me sentí obligado a leerlo por puro sentido patriótico. Era el primer libro de autoayuda escrito y editado en Costa Rica. Más de diez años después, sigue siendo, además del primero, el único.
Para evitar desilusiones y no cometer injusticias en la apreciación, tuve claro en todo momento que cada libro debe ser apreciado dentro de su categoría y que no debía cometer el error de pedirle peras al olmo.
Su fin es, sencillamente, motivar al lector y hacerlo sentir capaz de enfrentarse a sus desafíos. Sería miope pretender valorar sus méritos literarios propiamente dichos, puesto que lo literario, en este tipo de libros, es no es fin sino medio.
Para leer El viaje, entonces, hay que tomar la actitud de los niños de escuela que, cada vez que la maestra les lee un cuento, saben que al final les va a preguntar por la moraleja. En este caso, las pregunta no sería para nada difícil de contestar, puesto que la moraleja de cada relato el autor la anuncia, la muestra, la cuenta, la repite, la explica, la repasa y la deja subrayada con rojo.
El inicio del libro no es, precisamente, el colmo de la originalidad: "Mucho tiempo después, a punto de concluir su viaje, Sebastián recordaría cómo se había iniciado todo."
Sebastián, un estudiante universitario, se duerme en clase. Cuando despierta ve un problema escrito en la pizarra. Lo copia porque cree que es la tarea y se pone a resolverlo. Fue difícil, pero logró hacerlo. A la siguiente clase, cuando le entrega la tarea al profesor, se entera de que aquello no era la tarea sino un problema antiquísimo al que no se le había encontrado la solución. ¿Moraleja? El mismo autor la apunta: si a uno le dicen que algo es imposible no puede hacerlo, pero si uno no sabe que es imposible lo hace. Para dejarlo subrayado cita a Mark Twain: "Los que creen que pueden, están en lo cierto. Los que creen que no pueden, también."
Vienen luego otras aventuras, todas desarrolladas dentro de un claustro universitario en que la inteligencia (entendida como el almacenamiento y el procesamiento de datos) es sobrevalorada.
Los relatos son agradables y de fácil lectura, la historia se desarrolla con fluidez y hasta puede ser leída distraídamente, ya que al final de cada episodio viene todo aclarado y explicado. A un lector de obras literarias le molestarían esas explicaciones. Solo querría la historia y estaría dispuesto a encargarse por sí mismo de descubrir lo que pudiera haber detrás. Pero un lector de auto
ayuda, lo que busca son esas frases contundentes que le den energías para volver a la batalla. El relato, es solo un envoltorio. Lo importante es la motivación.
En todo caso, escribir una historia sin mayores méritos narrativos, solamente para dejar un mensaje, explicarlo inmediatamente y luego soltar la retahíla de frases motivadoras, no es algo que se le pueda criticar a este tipo de libros. Considerando su propósito y categoría, lo que pudiera ser crítica se convierte en elogio y las torpezas pasan a ser méritos. Este libro no es una obra literaria. Es, simplemente, un cargador de baterías. El viaje está a la misma altura (con todo lo que esto pudiera significar), de cualquier otro libro de autoayuda. Revisé varios en los estantes de las librerías y me percaté que narración -explicación -motivación es una fórmula recurrente.
El viaje, como casi todas las obras de autoayuda, tuvo muy buena acogida por parte del público. ¿Por qué?
Sin ser un conocedor del género, tengo una teoría al respecto. De un tiempo acá la palabra éxito ha tomado una importancia nunca antes vista. De ser considerado algo así como el golpe de suerte que favorece solo a unos pocos, el éxito se convirtió en la obligación vital y primordial de cualquiera que tenga uso de razón. Soy de la idea de que el culto al éxito fue inventado para lograr que todo el mundo trabaje como loco.
En un mundo en que se cree que la vida consiste en ponerse metas y, al lograrlas, ponerse otras metas más altas y no parar nunca en ese juego, es comprensible que muchos, si tienen un tiempito para leer, busquen algo que les quite las ganas de tirar la toalla.
INSC: 1495
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