viernes, 26 de septiembre de 2014

Me encontré con un gran poeta.

Poesía completa de Rogelio Sotela. Carlos
Porras, compilador. EUNED. Costa Rica, 2007.
A este libro le tengo un gran cariño. No me corresponde a mí comentarlo, puesto que yo lo hice. En la antología Poesía contemporánea de Costa Rica, de Carlos Duverrán, leí por primera vez poemas de Rogelio Sotela y quedé deslumbrado. Busqué más información y lo único que conseguí fue la Antología de Rogelio Sotela, publicada por Alfonso Chase. Un librito pequeño, de apenas setenta páginas, que aumentó mi admiración y curiosidad por el poeta. 
Nadie lo mencionaba, nadie lo citaba, nadie lo conocía. No comprendía cómo un personaje histórico tan interesante y un poeta tan valioso había caído en el olvido. En otra entrada de este blog me refiero a su figura y su obra. 
Un buen día, mi gran amigo David Gutiérrez Jalet, me consultó acerca de un proyecto que tenía entre manos y en el cuál yo podría participar. "Porras", me dijo, "unas personas que yo conozco tienen unas grabaciones de hace más de sesenta años, en que un señor recita poemas. Se llama Rogelio Sotela, ¿has oído hablar de él?" A los pocos días escuché su voz, conocí a sus hijos y, gracias a ellos, tuve todos sus libros. Organizamos un homenaje que fue muy concurrido y, al final de ese acto, anunciamos la publicación de un tomo que recogería su poesía completa. Marlen Sotela Borbón, la nieta del poeta, tenía su archivo. Revisé su correspondencia, sus recortes, sus artículos y hasta un par de manuscritos. 
Este fue el día que empezó todo.
Sotela, como poeta, publicó poco. Solamente tres libros en toda su vida. Tras su muerte, sus hijos publicaron un libro póstumo. Revisando sus papeles, encontré recortes de varios poemas suyos publicados en periódicos o revistas que no fueron incluidos en ningún libro. Toda su obra poética acabó siendo un libro de cuatrocientos treinta páginas que me publicó la EUNED, gracias al apoyo de don Alberto Cañas, don  Eugenio Rodríguez Vega, don René Muiñoz y doña Inés Trejos de Montero. A pesar de lo arriesgado que podría ser el título, se llamó Poesía Completa de Rogelio Sotela. Era muy remota la posibilidad de que un poema se hubiera quedado por fuera. Hasta ahora, no ha aparecido ninguno más.
El proceso de edición, como suele ocurrir, se complicó. La compilación estuvo lista en el 2004, el Consejo Editorial de la Universidad aprobó la publicación de inmediato, pero el libro apareció hasta el 2008. Lamentablemente, en el ínterin, falleció don Rogelio, el hijo mayor del poeta, y su otro hijo don Rodrigo, enfermó seriamente.
El lanzamiento del libro, el 15 de mayo del 2008, lo realizamos el Dr. José Enrique Sotela y don Hiram Sotela, hijos del poeta, junto con dos extraordinarios presentadores: Alfonso Chase, quien desde que murió Sotela había sido el único preocupado por mantener viva su obra y el poeta Mauricio Molina.
La participación de Mauricio era muy importante. No queríamos que el esfuerzo que hicimos, con la publicación de este libro, fuera percibido como un trabajo de arqueología literaria. Sotela, muerto en 1943, es un poeta que tiene mucho que decir y mucho que mostrar a los lectores de poesía tanto contemporáneos como del futuro. La poesía de Mauricio Molina, nutrida de diversas influencias y nacida mucho después de que los cánones estéticos clásicos fueran abandonados, no tiene nada que ver con la poesía de Sotela, pero Mauricio, un valioso poeta costarricense del siglo XXI al referirse a un valioso poeta costarricense de la primera mitad del siglo XX, supo mostrar el respeto que le inspira Sotela y el gran valor y vigencia que su obra sigue y seguirá teniendo.
Alfonso Chase, por su parte, me hizo un reclamo que sentí como un jalón de orejas. Dijo Alfonso que, aunque no estuvieran escritos en verso, sino en prosa, los libros Recogimiento y Apología del dolor, debieron haber sido incluidos en la poesía completa de Sotela. De haber incluido dichas obras, habrían sido la mejor vía para que los lectores de poesía actuales se encontraran con Rogelio Sotela. Tras revisarlos, me percaté de que Alfonso tenía razón. Sotela, en su época, no los consideró poesía. Yo, setenta años después, sí debí haberlo hecho.
El acto de presentación fue muy hermoso. Rufino Gil Pacheco, banquero e historiador de la banca costarricense, cantó una oración compuesta por Sotela. Al final del acto, de manera espontánea, el público cantó Cumpleaños Feliz. Ese día, Rogelio Sotela habría cumplido 113 años. Era, también, mi cumpleaños.
Don José Enrique, don Hiram y Marlene, me dieron un regalo de parte la familia Sotela. Una pluma fuente y una caja en la que venían ejemplares de la primera edición de todas las obras de Rogelio Sotela y la colección empastada completa de la revista Athenea, publicada por el poeta. Al ver los enormes libros Valores literarios de Costa Rica y Escritores de Costa Rica, que constituyen el primer estudio amplio y sistematizado de la historia de la literatura costarricense, ambos realizados por Sotela y ambos inconseguibles, varios escritores, sonriendo, me advirtieron: "No apartés la vista de esos libros, porque se te pueden perder."
Solo hay una cosa que me molesta cuando reviso Poesía completa de Rogelio Sotela. Tiene una sola errata, pero es imperdonable e inexplicable. En el manuscrito que entregué, iba mi agradecimiento a don Rogelio, don José Enrique, don Rodrigo, doña Rima y don Hiram, por el honor que me brindaron al permitirme recopilar la poesía completa de su padre. En el libro impreso, por alguna razón que nunca podré explicarme, no apareció el nombre de don Rodrigo.
Espero que algún día este libro tenga una segunda edición. Desde ahora anuncio que esa segunda edición incluirá Recogimiento y Apología del dolor y será dedicada a la memoria de don Rodrigo Sotela Montagné.
Atrás, el retrato del poeta Rogelio Sotela. De izquierda a derecha, Dr. José Enrique Sotela Montagné, Alfonso Chase, Carlos Porras, Hiram Sotela Montagné y el poeta Mauricio Molina.


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