Puera de los ciegos. Carlos Bonilla. Perro Azul, Costa Rica, 2002. |
Sobre Dios, ese tema intenso e inmenso, trata
Puerta de los ciegos, de Carlos Bonilla Avendaño . Es un
poemario pequeño, de poco más de 60 páginas, pero con semejante tema ningún
libro es corto o, más bien, todos acaban siéndolo.
Los poemas iniciales nos marcan la cancha muy
claramente. No se abordará el tema desde la verdad ni desde la definición
preconcebida y firmemente asumida, sino desde el terreno, bastante movedizo, de
la duda. Contra lo que comúnmente se piensa, la fe no está relacionada con la
certeza sino, más bien con el acto de asumir como verdadero algo sobre lo que
no se tiene y nunca se podrá tener ninguna certeza. Quien conoce todas las respuestas no necesita de la fe
tanto como el que se interroga constantemente.
Creyente o no,
quien reflexiona sobre Dios, queda siempre con preguntas sin responder, con misterios enormes e inabarcables.
Puerta
de los ciegos no intenta responder nada, sino más bien, por el contrario, plantea cuestionamientos que acaban siendo
incontestables.
Los poemas son breves, escuetos, casi podría
decirse que telegráficos. El asunto se plantea de golpe, con la misma brevedad
y firmeza con que se le ensartan las banderillas al toro para herirlo y
provocarlo. Ni un adjetivo innecesario, ni un giro puramente decorativo. Aquí
todo es sustancia y punto. Provocaciones lanzadas sin más palabras que las
estrictamente necesarias.
Los
poemas vienen ordenados en secciones que parten la lectura en diferentes
estadios. Se arranca, como se dijo, planteando el asunto desde la duda. Apenas
al inicio un niño de diez años pregunta que si Dios conoce el futuro, ¿por qué
puso a prueba la fe de los profetas? No
es posible contestar la pregunta sin balbucear, porque tan solo un balbuceo es
lo más que podemos decir sobre Dios.
Sin entretenerse demasiado en la duda que
experimenta el creyente, la segunda parte del poemario, titulada La zarza ardiente, nos hace ocuparnos de
Dios, no solo como esa sombra oculta detrás de todo, sino como la fuerza
revelada o que quiere revelarse. Dios, el invisible, el gran incógnito, no
quiere permanecer oculto, pero tampoco están claros los posibles puentes de
comunicación para encontrarlo.
Una tercera parte, titulada Sombras de tu ausencia, se ocupa de lo
que San Juan de la Cruz llamaba “la noche oscura”, esos momentos en que Dios parece,
más que oculto, ausente.
La cuarta y quinta parte del libro se ocupan
de la figura de Nuestro Señor Jesucristo, concentrándose principalmente en lo
humano de su persona, en la debilidad y confusión que podría albergar su parte
mortal y terrena ante su propia figura y cuestionando el hecho de que, a quien
no quiso vivir con máscaras, tras su muerte sus seguidores lo han enmascarado.
Más adelante, con poemas aparte, se hace glosa de las palabras que Cristo dijo
en la cruz. Vale mencionar que al referirse a la frase: “Hoy estarás conmigo en
el paraíso”, el poema correspondiente, en vez de prestarle atención al destino,
el paraíso, se centra más bien en el verbo: “estarás”, porque lo importante,
sin importar dónde, es la promesa que implica el “estarás”.
El libro cierra con unos poemas llenos de esperanza titulados en
conjunto, muy oportunamente, “Vigilia”.
No sé si abrazás el universo o
simplemente inútil y vencido
mirás la vida que se escurre.
A tus pies, un baile de disfraces:
soldados, sacerdotes, plañideras,
cada quien con su máscara imagina,
cargar en tu dolor su propio peso.
Amigos y enemigos respiran el mismo aire...
Puerta de los ciegos es un poemario
inquietante, cuya gran limpieza formal facilita la sintonía con un
estremecimiento tan íntimo y espiritual, que no puede ser descrito sino
solamente insinuado.
Este sería, por cierto, el término que mejor describiría el tono del
libro. Es una obra insinuante, que no responde sino que plantea, que no muestra
sino que asoma, que no deduce sino que supone.
Con Dios como tema, en todo caso, siempre será más lo oculto que lo
mostrado y Puerta de los ciegos está
escrito con la conciencia de que las palabras acabarán callando mucho más de lo
que puedan decir.
Te pienso
Carlos Bonilla
No sé bien desde cuáles horizontes
Poblador del silencio
parábola difusa de todas las hipérboles
Te creo
desde la oscura luz de esta vigilia
desde la inasible nostalgia del futuro
desde el hilo que me une al universo.
Te sueño
hasta el instante en que te ame cara a cara
o hasta que el barro devuelva mi memoria
a la brillante oscuridad del cosmos
o al minuto infinito de la flor.
INSC: 1472
INSC: 1472
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