El país bajo mi piel. Gioconda Belli. Plaza & Janés. España. 2001. |
El país bajo mi piel,
título de las memorias de Belli, es una recopilación de relatos autobiográficos
de distintas épocas que van desde recuerdos personales de la infancia, hasta
testimonios de la lucha antisomocista en la que la autora tomó parte. Lo
público y lo privado se alterna con una precisión estudiada que nos permite ver
cómo, en la formación de su personalidad tuvo tanto que ver su educación de
niña rica como las circunstancias que envolvían la vida de su país.
Desde
las primeras páginas desconcierta el hecho de que el texto sea terriblemente
informativo, al punto que se toma la molestia de decir dónde está Nicaragua.
¿Será acaso que escribió sus memorias pensando en el consumo externo, es decir,
en lectores no centroamericanos? Eso solo ella podría decirlo, pero lo cierto
es que las explicaciones que a un lector medianamente enterado resultarían
innecesarias llegan a cansar por lo repetitivas. Paradójicamente, la propia
Belli, al relatar su internamiento en un hospital, considera que su
inteligencia era subestimada por el hecho de que los doctores le simplificaran
todo en sus explicaciones, pero ella, por su parte, llega al extremo de, luego
de mencionar a la CIA, explicar a renglón seguido que se trata de la Agencia de
Inteligencia de los Estados Unidos.
Soslayando
el detalle de la manía por las explicaciones (que afortunadamente va abandonado
conforme el libro avanza), lo cierto es que la lectura de El país bajo mi piel
deja sensaciones diversas.
Además
de mencionar el dato de que su madre fue compañera de Colegio de Grace Kelly,
toda la primera parte del libro parece enfocarse en recalcar la posición
económica y socialmente privilegiada de su familia. Menciona su boda, celbrada
por todo lo alto, el viaje que hizo siendo joven con su madre a Europa, su
collar de perlas y otras bellezas por el estilo. En ciertos tramos, es como
estar escuchando a una de esas señoras de sociedad cuyo pasatiempo favorito es
hablar de su vida privilegiada y maravillosa sin economizar detalles. Ciertos
detalles de episodios familiares, de la Belli o de quien sea, no se supone que
le interesen ni al vecino de enfrente. El recuento detallado de nimiedades hace
que la lectura se parezca a una conversación en una sala que huele que a viejo.
Si lo que pretendía la autora era transmitir el aburrimiento de esa época de su
vida, puede estar segura que lo logró. En la lectura de la primera parte del
libro saltan las preguntas: ¿Por qué alguien querría escribir y publicar esto?
Y, más insistentemente: ¿Por qué a alguien querría leerlo?
La
narradora es terriblemente presumida: presume de su posición social, de su
talento, de su inteligencia, de sus lecturas, de su cultura y de su belleza.
La
mención de sus aventuras extramatrimoniales deja la simpática analogía de una
Madamme Bovary nica y la forma de relatar la aparición, encuentro y
desaparición de sus amantes es bastante cursi, digna de la literatura rosa más
desatada.
Mario
Sancho decía que todos creemos que nuestras vidas son materia biografiable y
hasta legendaria. Al leer El país bajo mi piel, es inevitable la sospecha de
que Belli, con este libro, esté tratando de construir su propio mito, que esté
poniendo ella misma la primera piedra de algún futuro monumento.
Gioconda Belli. Fotografía © Daniel Mordzinski |
Mientras
que en la primera parte ella se aburría (y me aburría), en la segunda es
posible sentir el palpitar del corazón lleno de ilusiones de los que luchaban
contra la tiranía de los Somoza así como el respirar agitado de quien cumple su
parte desde la clandestinidad y cree ver siempre próximo el triunfo.
A
propósito de triunfo, las páginas dedicadas a los últimos días de somocismo en
Nicaragua, constituyen un testimonio de innegable valor. Narrado, al igual que
todo el libro, desde su perspectiva personal y particular, Belli cuenta cómo,
al escuchar por radio que Somoza había abandonado el país con sus
colaboradores, todos los que la acompañaban se sumieron en un silencio
incrédulo. En esta parte del libro, los detalles íntimos, familiares y
personales, sí son, no solamente oportunos, sino importantes y valiosos porque
ponen en perspectiva humana los acontecimientos históricos por todos conocidos.
La
tentación por subrayar su pertenencia al Jet Set no la abandona del todo. En el
mismo libro en que dejó documentado, como ya se dijo, el hecho de que su madre
fue compañera de colegio de Grace Kelly, deja constancia de sus tertulias con
García Márquez, Benedetti, Fernández
Retamar y otras celebridades. También relata, con lujo de detalles en ambos
casos, como acaparó la atención tanto de Omar Torrijos como de Fidel Castro,
quienes no podían quitarle los ojos de encima.
Precisamente
en su anécdota con Torrijos, quien intentó, sin éxito, llevársela a la cama, la
Belli afirma con total naturalidad: “Hablar de uno mismo es fácil de modo que
me explayé”.
Más
adelante cuenta cómo, por su participación en la causa sandinista, tuvo la
oportunidad de recorrer toda Europa convocada por diversas organizaciones. No
faltará quien señale que, mientras ella estaba dándole un recorrido intenso al
viejo continente y cenaba con Felipe González y otros líderes, había personas jugándose
la vida en frente a la temible Guardia Nacional.
Tampoco
faltará el que encuentre extraño que una persona decida publicar sus memorias
siendo aún joven. Enrique Jardiel
Poncela lamentaba que quienes se ponen a escribir sus memorias lo hacen cuando
ya no se acuerdan de nada. A
dicho argumento, se podría contestar que, si una persona joven escribe sus
memorias, tal vez recuerde más de la cuenta. Gioconda Belli publicó sus
memorias a los cincuenta años, edad en la que todavía queda mucho por delante
y, en muchos casos, aún no se tiene clara la perspectiva del camino recorrido.
Me gusta la trama y cómo lo explicas. ¡Me lo apunto!
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