Adicción a los ingleses. Sergio Pitol. Lectorum, México, 2002. |
Todas estas clases de críticos nos prestan un gran servicio a nosotros, los lectores, quienes, además de libros, andamos siempre en busca de un poco de orientación.
Pero de todos los críticos literarios, mi favorito es aquel que logra ver detalles que otros pasan por alto y, gracias a su buen ojo, es capaz de guiar la mirada del lector hasta el rincón donde están escondidas las sorpresas.
Cuando le comenté lo que acabo de escribir a mi buen amigo don Sergio Román, él simplemente me dijo: "La próxima vez que nos veamos te voy a regalar un libro". La semana siguiente lo tenía en mis manos, lo leí verdaderamente deslumbrado y fue toda una revelación. Le agradecí el obsequio a don Sergio varias veces. Al recibirlo, cuando iba por la mitad y al terminar de leerlo. Sin embargo, creo que nunca podré agradecerle lo suficiente, porque en Adicción a los ingleses, de Sergio Pitol, publicado por Lectorum, encontré doce ensayos de crítica literaria que me hicieron sentir como un ciego de nacimiento cuyos ojos miraban por primera vez.
Confieso que no estoy familiarizado con muchos autores a los que se refiere el libro. Pero, naturalmente, sí he leído a Dickens, a Emily Brönte y a Jane Austen. Yo creía que los había leído atentamente pero los ensayos de Pitol, me hicieron sentir, repito, no como un lector miope, sino como uno ciego. Es asombrosa la experiencia de leer una crítica literaria de autores que uno cree que conoce a fondo y, súbitamente, percatarse que fue tanto lo que uno pasó por alto que es como si no los hubiera leído nunca.
En el caso de Jane Austen, por ejemplo, el ensayo de Pitol me hizo darle vuelta, como a un calcetín, a todos los conceptos y valoraciones que yo tenía de su obra. Yo, al igual que miles de lectores, leí Orgullo y prejuicio como una curiosidad de época. Mucho baile con vestidos bonitos, muchos caballeros de uniforme con aspecto de príncipe azul y muchas damitas tímidas y tontas en busca de marido que sonreían nerviosas ocultando su rostro tras un abanico. Deliciosas veladas y conversaciones galantes de personas ociosas en un mundo perfumado y cursi. El ensayo de Pitol, me hizo darme cuenta que yo, como los otros miles de lectores, me había quedado en la superficie. Que nunca pude entrar en el juego de ambigüedad y silencios con los que la escritora reivindica y da valor y protagonismo al mundo femenino. Las feministas que hayan leído a Austen como yo y los otros miles lo hicimos, se sentirían insultadas si se les insinuara que en las protagonistas de Orgullo y prejuicio se puede encontrar un antecedente de sus luchas. Sin embargo, Pitol, al subrayar las sutilezas que la autora solamente insinuó, deja claro cómo, en el fondo, aquellas niñas de sociedad, pese a jugar el papel que la época les imponía, eran inteligentes, capaces y enérgicas. Su mundo subordinado, el femenino, dominaba y controlaba el mundo masculino sin que nadie, especialmente los hombres, se enteraran. En el mundo de Austen, los hombres solo existen como sombras supeditadas a la voluntad de las mujeres.
Mientras Charles Dickens, cada vez que narraba una situación de injusticia social, era incapaz de aguantarse las ganas de soltar la denuncia, el sermón y el manifiesto reivindicador y panfletario, Jane Austen pudo hablar de adulterios, de raptos y de atropellos, sin juzgar como monstruos a los que los cometían y sin caricaturizar como víctimas dignas de lástima a quienes los sufrían. Austen, por medio de alejamientos y aproximaciones, logra comunicar, en los momentos necesarios su propia voz, sin que le estorbe al lector. Es más, sin que ni siquiera lo note.
Por eso, porque son muchísimas las cosas que el lector, incluso el lector atento, nunca nota, es que es tan valiosa la orientación de los críticos literarios que, como Sergio Pitol, además de ver, tienen la habilidad de hacer ver. Este tipo de crítica literaria hay que destacarla, porque es la que menos abunda.
Tengo la costumbre de subrayar los libros. Aunque durante la lectura de Adicción a los ingleses, tenía el bolígrafo en la mano, no lo utilicé ni una sola vez. Cada vez que quería marcar el libro, me percataba que don Sergio Román, su antiguo dueño, se me había adelantado y cada marca estaba justo en el mismo lugar en que yo la habría puesto.
Jane AustEn es una de mis escritoras favoritas. Uno de los motivos es poder disfrutar tanto de sus novelas desde mi perspectiva feminista. No molesta, se agradece. Aunque no es nuevo..
ResponderBorrarSaludos y gracias por esta entrada.
muy buenas observaciones, gracias.
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