viernes, 19 de septiembre de 2014

Juan Domingo Perón fue un niño triste y un viejo frágil.

La novela de Perón. Tomás Eloy
Martínez. Alfaguara, España, 2003.
Dos cosas me contrariaron en este libro. Como a la mitad, el autor hace una pausa, se disculpa con el lector por haber planteado los acontecimientos en zigzag y, para aclarar las cosas, hace un recuento de los hechos.  La otra cosa que me pareció extraña, fueron un par de elogios de la obra. En una solapa, aparecen las siguientes palabras de Vargas Llosa: “Uno de los más originales y entretenidos libros que han salido en América Latina en años recientes”. Esta afirmación, además de vaga, podría ser apropiada para referirse a cientos de libros muy distintos. En la tapa, aparece otro elogio extraño, firmado por Augusto Roa Bastos: “Un texto increíble, casi perfecto, Borges o Cortázar habrían dado su mano derecha por escribirlo.”  Comprendo que estos textos promocionales no pueden ser extensos, pero creo que tampoco habría sido algo del otro mundo, en vez de decir que es original, entretenido, increíble o casi perfecto, haber intentado explicar por qué lo consideran así. Por otra parte, no creo que Cortázar hubiera dado la más mínima parte de su cuerpo por escribir este libro. Borges, además, no habría podido ni siquiera pronunciar el título.
Contrariedades aparte, La novela de Perón es, hay que decirlo, una gran novela.  Arranca con una cita de Hemingway: “Si el lector lo prefiere, puede considerar este libro como una obra de ficción. Siempre cabe la posibilidad de que un libro de ficción deje caer alguna luz sobre las cosas que antes fueron narradas como hechos”.
Aunque se refiere a un personaje histórico y salta a la vista la profunda investigación documental y testimonial que hay detrás de cada episodio narrado, este libro es ante todo una novela, tal vez una novela biográfica, pero no una biografía. Si fuera una biografía se habría concentrado en Perón el dictador, habría descrito su ascenso y caída y habría juzgado su papel en la historia argentina. Pero como este libro es una novela, está concentrado, no en el Perón todopoderoso, sino en el Perón frágil. De hecho, en todo el libro no hay ni una página que se refiera al General en el poder.  Aparece siendo niño, en la remotidad en que creció cazando guanacos y, ya viejo, soportando el aburrimiento del exilio en Madrid. Jovencito, como sufrido cadete en la academia militar o, ya maduro, empezando su carrera como agregado militar en Chile al lado de su primera esposa Potota. Tomás Eloy Martínez evitó en toda la obra referirse al Perón asomado al Balcón de la Casa Rosada con una multitud incondicional a sus pies. Prefirió ocuparse del muchachito inocentón que no tenía idea de para dónde iba su vida, o del viejo cansado y enfermo que juega con sus perritas y ve pasar los días sin conmoverse ante los acontecimientos.
Con cierta frecuencia aparecen en el libro, apenas separadas por unas cuantas páginas, dos versiones distintas del mismo acontecimiento. Se cuenta la cosa de una manera y, poco después, se cuenta de una manera distinta. El truco, es propio de Perón, quien descubrió que la mejor forma de ser infalible era contradiciéndose. De esa forma, si alguien le echaba en cara una declaración suya en que dijo tal cosa, él siempre podía citar una o varias declaraciones diversas, en que dijo todo lo contrario.
Anticomunista, populista, nacionalista y autoritario, Perón instauró, en Argentina, un fascismo similar al de su admirado Mussolini, con quien tuvo la oportunidad de entrevistarse en Roma, cuando Perón era apenas un oficial que empezaba a destacar y el Duce era ya el Duce.
En sus años de gloria y poder, la prensa no solo lo colmó de elogios, sino que cada medio de comunicación competía con los otros por expresar la admiración mas desbocada hacia el líder. Con este tipo de información, insistente, unánime y constante, el pueblo argentino creyó que el futuro de su país estaba en las manos de un hombre, que era el único capaz de solucionarlo todo. El credo peronista, que los adeptos recitaban como si fuera un catecismo, exigía fe ciega y absoluta en el líder.
Ese líder, según nos lo muestra la novela, era un hombre sencillón, que nada tenía de excepcional ni extraordinario. Un hombre que ni siquiera era muy inteligente, ni muy valiente, ni muy fuerte.  Fue un niño y un muchacho muy sufrido y llegó a ser un viejito solitario y enfermo que ya no le tenía paciencia ni a su corte. El Dr. Cámpora, completamente incondicional al líder, llegó a la presidencia de la Nación solo para poder entregársela a su amado Perón. Cuando Perón lo humillaba o lo toreaba con bromas, el mayor drama de Cámpora era querer disculparse, pero no saber por qué. Isabelita, la esposa de Perón, era una pobre mujer bobalicona cuyas mayores preocupaciones eran combinar sus vestidos y el bienestar de sus perritas.  Y, finalmente, la figura oscura y retorcida de López Rega, el mucamo autor de libros de esoterismo quien, como un Rasputín criollo, llegó a ser (al final de la vida de Perón y, especialmente, tras su muerte, cuando Isabelita heredó la presidencia) el titiritero que manejó los hilos.
La novela de Perón es la historia sorprendente, llena de detalles curiosos, de un niño triste, un joven inquieto y un viejo frágil. Lo que hizo ese personaje, cuando no era ni niño triste, ni joven inquieto, ni viejo frágil, no aparece en el libro.
La narración salta, con gran soltura, desde los últimos años, hasta los primeros años, y así, brincando de un extremo al otro de una vida, sin detenerse jamás en el centro, el lector va uniendo cabos. Esa narración en zigzag no confunde, muy por el contrario, se disfruta. La recapitulación y puesta en claro no era necesaria. Esta novela sin lugar a dudas merece muchos elogios que, ojalá, sean más concretos que los de Vargas Llosa o Roa Bastos.

INSC: 2682

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