jueves, 11 de septiembre de 2014

Dos versiones del viaje.

Don Pepe y doña Henrietta escribieron sus memorias pero,
en un punto, sus recuerdos no coinciden.
Cuando José Luis de Vilallonga publicó sus memorias, una expareja suya, tras leerlas, afirmó que a él no había quien le ganara en un campeonato de mentiras. No hace mucho, un personaje costarricense publicó las suyas y su esposa dijo: "Quien lea ese libro va a pensar que mi marido es perfecto". Al leer un libro de memorias, se da por un hecho que tanto el pudor como la vanidad de alguna forma alteren el contenido. ¿Mentiras? ¿Omisiones? ¿Tergiversaciones? ¿Exageraciones? No hay libro de memorias que esté libre de ellas.  Sin embargo, aunque tengo claro que el autor de un libro de memorias suele barrer bajo la alfombra y abusar del maquillaje, creo que la mayoría de inexactitudes que consignan son involuntarias. 
La memoria nos engaña. Ha habido momentos importantes en nuestra vida, que hemos olvidado completamente. También recordamos acontecimientos que nunca ocurrieron. Por ello, tal vez las omisiones sean olvidos y las mentiras recuerdos falsos. ¿Quién es capaz de recordar todos los detalles? Las tergiversaciones, entonces, serían recuerdos erróneos. Y en cuanto a las exageraciones, no son más que un asunto de perspectiva. Un hecho puede parecer insignificante, pero si para el que lo vivió fue traumático o magnífico, ¿quién podría discutírselo? Así fue como lo vio y como lo recuerda.
Hace poco he vuelto a leer dos libros de memorias muy importantes de la historia reciente de Costa Rica. El espíritu del 48, de José Figueres Ferrer,  y Casada con una leyenda, de Henrietta Boggs, su primera esposa. Los había leído, por primera vez, apenas salieron, el de don Pepe en 1987 y el de doña Henrietta en 1992.
Son dos libros muy diferentes. El de don Pepe, aunque cuenta una que otra anécdota personal, se concentra en el proceso que lo llevó a tomar las armas y derrocar al gobierno. El de doña Henrietta, es más bien un repaso íntimo y personal de aquella etapa de su vida en que se convirtió en madre y esposa en un país y unas circunstancias que le daban constantemente sorpresas, cada una más grande que la anterior.
Ahora que he vuelto a leer ambos libros casi simultáneamente, he descubierto un punto en que sus versiones no coinciden. 
Tras su discurso en la radio, don Pepe es arrestado. Según doña Henrietta lo encerraron en la Penitenciaría y ella fue a visitarlo. Según don Pepe, lo mantuvieron en una celda en la comisaría de Cuesta de Núñez.
Doña Henrieta cuenta que, cuando expulsaron a don Pepe del país, ella se reunió con él al día siguiente en El Salvador y es amplia en detalles al recordar lo que hacían, dónde vivían y con quien se reunían. Cuenta del viaje que hicieron juntos a Guatemala y el posterior traslado a México. Don Pepe, por su parte, comenta que se fue solo a El Salvador, que viajó a Guatemala y que, cuando estaba en México, se le unió su esposa doña Henrietta. 
Por los detalles que brinda, me inclino a creer que doña Henrietta se apega a lo sucedido y que a don Pepe le falló la memoria. Afortunadamente, como no se trata de un hecho polémico ni de una gran decisión política, no pueden sospecharse otros motivos más que un simple olvido.
El hecho, sin embargo, es significativo y podría ser analizado más por psicólogos que por historiadores. Doña Henrietta recuerda que estuvo con don Pepe compartiendo el exilio desde el primer día. En los recuerdos de don Pepe, él estuvo solo en El Salvador y Guatemala y solamente recuerda la compañía de su esposa cuando estuvo en México. En su memoria, él estaba solo. Pero ella estaba allí.

INSC: 2630
INSC: 2631


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